miércoles, 14 de marzo de 2012

Quitt (las personas razonables están en vías de extinción)



de Peter Handke, Die Unvernünftigen sterben aus
Dirección
Lluís Pasqual

Escenografía
Paco Azorín

Reparto
Andreu Benito (Bertolt Koerber-Kent)
Jordi Boixaderas (Hans)
Jordi Bosch (Karl-Heinz Lutz)
Eduard Fernández (Hermann Quitt)
Míriam Iscla (Sra.Quitt)
Lluís Marco (Harald von Wullnow)
Marta Marco (Paula Tax)
Boris Ruiz (Franz Kilb)


Es una coproducción del Teatre Lliure con el CDN

Teatro Valle Inclán 14 de Marzo de 2012, Madrid

Mb:

No sé si porque este día estaba realmente cansada, o porque a la obra le falta una estructura teatral clara, no conseguí entrar en ella, salvo en algunos momentos muy concretos. 

Trata sobre un empresario sin escrúpulos que se aprovecha de sus socios para conseguir dominar el mercado, y finalmente llevarlos también a ellos a la ruina. En paralelo, la obra intenta mostrarnos su frialdad y dureza en las relaciones que mantiene tanto con su mayordomo, como con su mujer y con su amante. A ambas mujeres, a pesar de ser muy diferentes entre sí, las muestra, sobre todo a la esposa, como mujeres anuladas, sumisas y dependientes de él. Sin capacidad para salir de esa vida que evidentemente las hace desgraciadas.

En cualquier caso y a pesar de la crítica al sistema capitalista, que en este momento de crisis financiera, económica, social y política, está totalmente vigente, el mensaje que quiere transmitir no consigue llegar de una manera, que al menos a mi, me invite a reflexiones diferentes de las que puedo hacerme al leer la prensa diaria.  

Las interpretaciones no me han parecido especialmente destacables, si bien, si que me ha gustado Eduard Fernández en el papel protagonista de Quitt, en el que consigue una buena identificación con el personaje.






Ab:

Mea Culpa

Así no se puede ir al teatro, o al menos a cierto tipo de teatro. Conocía (de referencias,sobre todo de Vila-Matas, aunque no leído directamente) a Peter Handke y sabía que el austriaco es un autor complicado, de los que yo llamo los alemanes retorcidos, como Thomas Bernhard o W. Sebald, del que ya he intentado leer (en alemán, eso sí) dos veces Austerlitz y no he conseguido meterle el diente. Por este motivo no se puede ir a este tipo de teatro sin una preparación previa de qué nos vamos a encontrar allí, y encima después de una jornada laboral intensa (en mi caso todo el día participando en un foro en Zaragoza). Hubiera podido ir "a puerta gayola", con las antenas en máxima concentración para tratar de captar toda la trama, los matices y las alusiones, pero el cansancio acumulado me impidieron disfrutar de la obra. El primer acto me agotó. En una conferencia Lluís Pasqual (el director de esta obra) comentaba que solo en España al entreacto se le llama "descanso", quizá por la intensidad de los dramas de nuestros clásicos, que provocaban que el público tuviera que descansar tras el primer acto. En mi caso en esta ocasión fue más cierto que nunca, el descanso (tras solo 60 minutos de primer acto) fue un bálsamo necesario. Al volver a la platea vimos que una buena parte del público no había resistido y se había ido, así que imagino que les estaba pasando lo mismo. El segundo acto (50 minutos) me fue algo mejor ya que pude meterme un poco más en la obra.

La obra

Primer acto:


Hermann Quitt es un industrial millonario que invita a su casa a sus cuatro competidores (tres hombres y una mujer, Paula), industriales millonarios como él, para ofrecerles un pacto de tal forma que acaben con el mediano empresario y sean ellos los que acaparen todo el mercado. No tiene sentido que compitan entre ellos, que son los razonables (die Vernünftigen) en el mundo del capitalismo, lo lógico es que suban los precios, reduzcan el número de productos y bajen los salarios, ya que, como explica uno de ellos, los trabajadores ya no son lo que eran, antes por el mismo hecho de trabajar ya sentían un orgullo por lo fabricado que les llenaba de satisfacción. Ahora se han vuelto codiciosos y quieren incluso un salario digno.







Segundo acto:

Quitt ha engañado a sus competidores incumpliendo el pacto al que les condujo. Ahora están arruinados y él es el único millonario (¿no es la lógica de los razonables?). Los tres van a visitarle para para que confiese su traición, tratan de estar calmados pero acaban insultándole ante lo cual Quitt se ríe y les echa de su casa. Ellos convencen al pequeño accionista para que acabe con él. También intenta la mujer (Paula) que Quitt se vaya con ella y él la desprecia. Al final aparece Kilb que intenta matar a Quitt, pero acaban abrazados y cae muerto. Quitt, asqueado de sí mismo se quita la vida.

Tres secundarios:


La mujer de Quitt, que aparece y desaparece como un fantasma, se esfuerza pero nadie la hace ni caso, la ignoran absolutamente. En una de las pocas ocasiones que Quitt se digna a hablarle le dice: "Nosotros no estamos solos: tu estás sola y yo estoy solo".

Kilb: se describe como la garrapata en el ombligo de la economía, es el tocapelotas de los presidentes de las grandes corporaciones. Tiene una acción de cada una de las grandes empresas y va de junta de accionistas a junta de accionistas a poner en evidencia el absurdo de la economía de mercado.

Hans, el criado, es un personaje que no acabo de entender. En el primer acto muestra que bajo la apariencia del perfecto criado, hay una persona que se rebela. Pero en el segundo se "suelta la melena", deja de estar tan estirado y dice que ha conseguido parecerse a su señor. En fin, no he captado lo que el autor quiere transmitir con este personaje.


La puesta en escena:

Me ha gustado. En pantallas al fondo, antes de cada acto, imagenes de publicidad de los años 70. Los tres industriales vestidos de los años 70, aunque en el segundo acto, cuando están arruinados, van vestidos de un modo más convencional. El escenario muestra el salón de la casa de Quitt, en el primer acto con dos billares y un piano al fondo con copas encima, y en el segundo sólo un billar y el piano en primer plano. El toque de modernidad era adecuado. En cuanto a los actores, Eduard Fernández muy bien. Los tres industriales, flojos, sobre todo Lluis Marco, el más conocido de los tres. Jordi Boixaderas, bien en su papel de Hans, aunque al ser un personaje tan histriónico, quizá lo ha tenido más fácil que los demás (como Boris Ruiz). Las mujeres, nada destacable. La sorpresa al escribir esta entrada y repasar los actores es que durante la representación estaba convencido de que Quitt estaba con otra mujer en el segundo acto, no solo porque físicamente parecía otra, sino porque el personaje cambia bastante, y en realidad es la misma. Otro misterio de esta obra.





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