de Calderón de la Barca
Reparto:
Cintia: Carmen del Valle
Focas: Ramón Barea
Libia: Karina Garantivá
Astolfo: José Luis Esteban
Heraclio: Iñaki Rikarte
Leónido: Jorge Machín
Luquete: Paco Ochoa
Sabañón: Jorge Basanta
Lisipo: Jesús Barranco
Federico: Carles Moreu
Dama 1: Miranda Gas
Dama 2: Sandra Arpa
Dama 3: Diana Bernedo
Dama 4: Paula Rodríguez
Dama 5: Georgina de Yebra
Soldado 1: Borja Luna
Soldado 2: Paco Déniz
Músicos:
Percusión: Sergey Saprichev
Piano: Javier Coble
Vestuario, utilería y caracterización: Curt Allen Wilmer
Versión y Dirección: Ernesto Caballero
En la vida todo es verdad y todo mentira es un drama
complejo en el que se concitan muchas de las características de la vasta y
heterogénea obra de don Pedro Calderón de la Barca. Por una parte, se trata de
un drama filosófico, emparentado con La vida es sueño, donde la problemática
barroca entre apariencia y realidad se encarna en la figura del tirano Focas,
incapaz a lo largo de toda la obra de alcanzar una certidumbre que oriente sus
acciones. Esa suspensión de juicio (epoké) irá abismando al protagonista en un
creciente estado de desasosiego que le llevará a recurrir a las artes del mago
Lisipo para que disponga una representación dentro de la representación y así
poder vislumbrar alguna evidencia capaz de aquietar su ánimo.
Nos encontramos, además, ante un texto eminentemente
político que aborda abiertamente la cuestión de la legitimidad del poder y de
la razón de Estado. La tesis que se desprende del drama, contraria a la teoría
maquiavélica que recomienda al gobernante que se valga de cualquier medio,
lícito o ilícito, para lograr sus
objetivos políticos, se decanta hacia las doctrinas probabilistas, defensoras
de favorecer al acusado en caso de ausencia de culpabilidad; el principio
jurídico in dubio pro reo. Heraclio, el príncipe legítimo lo enunciará con
claridad: “una vida vale más que un reino”.
En el escenario fantasmagórico de una isla poblada por
músicos y cazadores se desarrolla esta trama alegórica construida sobre una
obsesiva estructura bimembre en la que el autor levanta un vibrante retablo
cargado de simbología que rehúye toda pretensión de verosimilitud realista. Se
trata de un refinado dispositivo escénico donde las imágenes, las palabras y la
música se amalgaman en los cuerpos transfigurados de los actores. Los
románticos alemanes lo llamaron teatro total.
Un texto que hemos pretendido abordar desde el asombro y la
humildad, evitando la mirada prepotente de quien considera nuestro momento
histórico superior en todos sus aspectos a cualquier otro tiempo pasado; un
momento, el presente que, dicho sea de paso, y a la vista de lo visto, tiene
poco de lo que enorgullecerse. Sea como fuere, nuestro Barroco, brillante y
paradójico, nos habla de ideas y costumbres insólitas y periclitadas aunque no
por ello, menos dignas de ser apreciadas, al tiempo que nos ofrece una
inestimable ventana desde donde contemplar y comprender nuestra enmarañada
realidad. Y es que la angustia de Focas acaso también sea la nuestra, arrojados
igualmente a un incierto escenario e incapaces de discernir cuánto hay de
verdad o de mentira en el torrente de información que recibimos a diario.
Ernesto Caballero / Director del montaje
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