IL PRIGIONIERO
Luigi Dallapiccola (1904-1975)
SUOR ANGELICA
Giacomo Puccini (1858-1924)
Luigi Dallapiccola (1904-1975)
SUOR ANGELICA
Giacomo Puccini (1858-1924)
Director musical Ingo Metzmacher
Director de escena Lluís Pasqual
Escenógrafo Paco Azorín
Figurinista Isidre Prunés
Iluminador Pascal Mérat
Director del coro Andrés Máspero
Maestros repetidores Riccardo Bini, Mack Sawyer
Asistente del director musical Arnaud Arbet
Asistente del director de escena Leo Castaldi
Reparto de Il Prigioniero
La madre Deborah Polaski (soprano)
El prisionero Vito Priante (bajo-barítono)
El carcelero / El gran Inquisidor Donald Kaasch (tenor)
Primer sacerdote Gerardo López (tenor)
Segundo sacerdote David Rubiera (barítono)
Reparto de Suor Angelica
Suor Angelica, Veronika Dzhioeva (soprano)
La tía princesa Deborah Polaski (soprano)
La abadesa María Luisa Corbacho (mezzosoprano)
La hermana celadora Marina Rodríguez-Cusí (mezzosoprano)
La maestra de las novicias Itxaro Mentxaka (mezzosoprano)
Suor Genovieffa Auxiliadora Toledano (soprano)
Suor Osmina Maira Rodríguez* (soprano)
Suor Dolcina Rossella Cerioni*(soprano)
La hermana enfermera Anna Tobella (mezzosoprano)
Primera medicante Sandra Ferrández (soprano)
Segunda medicante Maite Maruri (soprano)
La novicia Legipsy Álvarez* (soprano)
Primera conversa Debora Abramowicz* (soprano)
Segunda conversa Carolina Muñoz* (mezzosoprano)
Soprano sola Esther González*
Director de escena Lluís Pasqual
Escenógrafo Paco Azorín
Figurinista Isidre Prunés
Iluminador Pascal Mérat
Director del coro Andrés Máspero
Maestros repetidores Riccardo Bini, Mack Sawyer
Asistente del director musical Arnaud Arbet
Asistente del director de escena Leo Castaldi
Reparto de Il Prigioniero
La madre Deborah Polaski (soprano)
El prisionero Vito Priante (bajo-barítono)
El carcelero / El gran Inquisidor Donald Kaasch (tenor)
Primer sacerdote Gerardo López (tenor)
Segundo sacerdote David Rubiera (barítono)
Reparto de Suor Angelica
Suor Angelica, Veronika Dzhioeva (soprano)
La tía princesa Deborah Polaski (soprano)
La abadesa María Luisa Corbacho (mezzosoprano)
La hermana celadora Marina Rodríguez-Cusí (mezzosoprano)
La maestra de las novicias Itxaro Mentxaka (mezzosoprano)
Suor Genovieffa Auxiliadora Toledano (soprano)
Suor Osmina Maira Rodríguez* (soprano)
Suor Dolcina Rossella Cerioni*(soprano)
La hermana enfermera Anna Tobella (mezzosoprano)
Primera medicante Sandra Ferrández (soprano)
Segunda medicante Maite Maruri (soprano)
La novicia Legipsy Álvarez* (soprano)
Primera conversa Debora Abramowicz* (soprano)
Segunda conversa Carolina Muñoz* (mezzosoprano)
Soprano sola Esther González*
*Miembros del Coro Titular del Teatro Real
Teatro El Real, Madrid 15 Noviembre 2012
Argumento Il prioginero
Prólogo
Al abrirse el telón se ve a la Madre junto a su hijo
dormido, narrando en voz alta el sueño que tiene todas las noches: una figura
terrible avanza hacia ella, sin que pueda hacer nada por evitarlo. Por sus
rasgos, el espectro es el rey Felipe II de España, el amo de la Tierra. Al
final del sueño, el rostro del rey siempre se transmuta en el de la mismísima
muerte.
Acto Único
Mazmorra subterránea del Tribunal del Santo Oficio en
Zaragoza. El Prisionero tumbado en un camastro y la Madre junto a él. El hijo
le cuenta que días atrás, el Carcelero se había dirigido a él con la dulcísima
palabra de “Hermano” y que esa palabra le había dado fuerzas para seguir
manteniéndose con vida, a pesar de las innumerables torturas a las que estaba
siendo sometido. El Carcelero entra en la mazmorra y la Madre se despide de su
hijo, sabiendo ambos que ésa será la última vez que se vean.
En medio del silencio y la soledad, el Carcelero le repite
la palabra “Hermano”, añadiendo otra nueva “Espera”. Casi en un susurro, el
Carcelero informa al Prisionero que, allá lejos, en Flandes, ha estallado una
revuelta y que los Mendigos, surcando los ríos en sus blancos veleros, están
liberando una tras otra las ciudades flamencas. El rey Felipe y su Inquisición
están retrocediendo ante el avance imparable de las fuerzas liberadoras, y muy
pronto se oirán repicar las campanas de Gante anunciando la expulsión de los
españoles. Así mismo el Carcelero le dice que hay alguien que vela por él y que
la ansiada libertad está cerca. El Prisionero cambia la expresión de su
desdichado rostro por otra de iluminada alegría, al haberle devuelto el
Carcelero la esperanza.
Una vez que el Carcelero se ha marchado, el Prisionero
piensa que ha sufrido una alucinación, pero se sobrepone y dirigiéndose a la
puerta de la celda la encuentra abierta. Se arrodilla dando gracias a Dios y
pidiéndole que le conceda la fuerza necesaria para escapar de allí. Ha salido
de la celda cuando aparece el Verdugo que pasa a su lado sin verlo; sigue
avanzando cuando se encuentra con los dos Sacerdotes que también pasan de largo
sin advertirlo. Un soplo de aire fresco le indica, en las tinieblas, que la
salida está cerca. Cuando logra salir a la oscuridad de la noche, se oye el
tañido de las campanas ¡Felipe ha caído!
Al fin libre, el Prisionero sale al exterior exultante de
alegría y, en un gesto que es un impulso de amor hacia toda la humanidad, abre
los brazos para abrazar a un enorme cedro que preside el centro del patio.
Desde detrás del cedro aparecen dos brazos como si quisieran devolverle el
abrazo; son los brazos del Inquisidor General, que no es otro sino el
Carcelero. Cuando el Inquisidor pronuncia dulcemente la palabra “Hermano”, el
Prisionero comprende horrorizado, que la esperanza es la más atroz de todas las
torturas que ha sufrido.
La hoguera está preparada, y mientras un coro de monjes reza
en latín, el Inquisidor General, su Carcelero, lo anima tiernamente a que se
entregue a las llamas para poder así alcanzar la libertad definitiva.
Argumento Suor Angelica
La acción de la obra transcurre en un convento de monjas
italiano cerca de Siena en la segunda parte del siglo XVII.
La ópera se abre con escenas que muestran los aspectos
típicos de una vida en el convento — todas las hermanas cantan himnos, todo el
mundo se reúne para divertirse en el patio. Las hermanas se alegran porque,
como explica la maestra de las novicias, esta es la primera de las tres tardes
que cada año el sol poniente alcanza a la fuente y vuelve dorado su agua. Este
acontecimiento hace que las hermanas recuerden a aquella hermana que ha muerto,
Bianca Rosa. La Sor Genoveva sugiere que echen algo del agua dorada sobre su
tumba.
Las monjas entonces hablan de sus deseos — hay quien
entiende que cualquier deseo está mal, pero Sor Genoveva confiesa que ella
desea ver de nuevo corderos debido a que ella solía ser pastora de muchacha, y
Sor Dolcina desea algo bueno para comer. Sor Angélica dice que ella no tiene
ningún deseo, pero tan pronto como lo dice, las monjas empiezan a cotillear. —
Sor Angélica ha mentido, porque su verdadero deseo es saber algo de su familia,
rica, noble, de la que ella no ha oído nada en siete años. Según los rumores,
la enviaron al convento como un castigo. Sor Angélica vive en un exilio
lamentable por órdenes de su familia, que desaprobó su relación
extramatrimonial, que trajo como consecuencia un hijo. Ella añora al hijo
desconocido y odia a la tía causante de su encierro. Sor Angélica se dedica al
cuidado de las flores.
La conversación se ve interrumpida por la hermana Enfermera,
quien ruega a Sor Angélica que haga un remedio de hierbas — la especialidad de
Sor Angélica. Llegan provisiones al convento, así como noticias de que un gran
carruaje está esperando en la parte exterior del convento. Sor Angélica
inmediatamente se pone nerviosa y triste, pensando con acierto en que alguien
de su familia ha venido a visitarla. La abadesa riñe a Sor Angélica por su
inadecuada excitación y luego se marcha a anunciar a la visitante, la princesa,
tía de Sor Angélica.
La princesa explica que su otra sobrina, la hermana menor de
Sor Angélica, va a contraer matrimonio, algo que era casi impensable tras el
escandaloso embarazo de Sor Angélica. Trae consigo un pergamino que Sor
Angélica debe firmar renunciando a su herencia. Se trata de un testamento en el
que se dividen los bienes de la familia. Sor Angélica replica que ella se ha
arrepentido por su pecado, pero que hay una cosa que no puede ofrecer en
sacrificio a la Virgen, ella no puede olvidar la memoria de su hijo ilegítimo
que le quitaron hace siete años. La princesa rechaza hablar, pero finalmente
tiene palabras inmisericordes para su sobrina: su hijo murió de fiebre hace dos
años. Sor Angélica, desolada, firma el documento y se desmaya, entre lágrimas.
La princesa se marcha.
A solas, en las sombras del atardecer, evoca tiernamente a
su hijito en una desolada plegaria. Se ve atrapada por una visión celestial —
cree oír a su hijo llamándola para encontrarlo en el Paraíso.
En un momento de exaltación, se hace una poción y la bebe,
pero al darse cuenta que ha cometido suicidio, y que por ser un pecado mortal
no podrá ver a su hijo en el más allá, presa de arrepentimiento, pide clemencia
a la Virgen y, cuando muere, ve un milagro: todo lo que la rodea se transforma
en una visión mística y consoladora, coronada por la presencia de la Virgen
María y de su propio hijo, que se llevan a la monja al cielo.
Mb
30 años separan las 2 obras, y las 2 tratan el tema de la reclusión. En el caso de la primera, política y en la segunda, religiosa. Me ha gustado mucho más Suor Angelica que Il Prigionero. Al final, Puccini es Puccini y me ha provocado esa sensación del vello de punta en el Senza mamma. Muy bien interpretado. Aquí dejo una versión de otra soprano, Miriam Gauci.
No hay comentarios:
Publicar un comentario